martes, 20 de enero de 2009

LA PIEDRA BRUTA



Por: Diego Rojas
Aprend:. M:.



El hombre emplea la palabra hablada o escrita para expresar el significado de lo que desea transmitir. Su lenguaje está lleno de símbolos pero también emplea con frecuencia signos o imágenes que no son estrictamente descriptivos. Algunos son meras abreviaciones o hileras de iníciales como, ONU, UNICEF, o UNESCO; otros son conocidas marcas de fabrica, nombres de medicamentos patentados, emblemas o insignias. Aunque estos carecen de significado en sí mismos.

Una palabra o una imagen son simbólicas cuando representa algo más que su significado inmediato y obvio. Tiene un aspecto “inconsciente” más amplio que nunca está definido con precisión o completamente explicado. Ni se puede esperar definirlo o explicarlo. Cuando la mente explica el símbolo, se ve llevada a ideas que yacen más allá del alcance de la razón. La piedra bruta puede conducir a pensamientos sobre lo imperfecto del hombre, pero en este punto la razón tiene que admitir su incompetencia, ya que puede definir al hombre, pero es incapaz de definir lo imperfecto o a su opuesto inmediato, lo divino.

Para el pensamiento arcaico las piedras son seres vivos, cargados de años y experiencia, capaces de hablar a ciertos hombres de antiguos secretos escuchados por ellas a través de los siglos y que sólo transmiten a quienes abren los oídos más internos y permiten la penetración de sus energías sutiles. En la enorme variedad de sus tamaños, formas, cualidades y colores, ellas son una sólida expresión de la cosmología y de las jerarquías del universo, pudiendo servir al hombre como soporte y vehículo simbólico de conocimiento, y también al igual que todos los símbolos sagrados- como despertador de la conciencia y ordenador de la mente.

Desde un punto de vista, la construcción en piedra es símbolo de la solidificación de un pueblo que previamente ha sido nómada y ha construido por tanto en materiales livianos y perecederos. Este estado nómada -como la infancia- es considerado como más cercano a lo primordial. El hombre vive apegado a la materia y por lo tanto requiere de la gratificación inmediata de sus placeres. Sin valorar la espera la paciencia y la perseverancia, muy parecido al hombre que no ha labrado su vida de ninguna manera, viviendo sin haber aprendido a agradecer las modestas limosnas de los días: el sueño, la rutina, el sabor del agua o sin una etimología.

Pero cuando un pueblo determinado encuentra su centro espacial, y se sedentariza, y su ciclo particular ha de llegar a un apogeo o esplendor, entonces los dioses le ordenan construir en piedra un templo que refleje en la tierra a la ciudad celeste. Debe tallar la piedra bruta -que ahora pasa a ser símbolo de los imperfectos estados inferiores- y darle la forma cúbica de la perfección que esa misma ciudad hace patente.

Es decir la construcción de la piedra bruta es la fenomenología del si-mismo, una constante búsqueda de la perfección moral que nos sirve de guía ante las vicisitudes de la existencia, trazándonos el camino en el cual la virtud, se impone a las debilidades humanas, exaltando la libertad y responsabilidad del masón ante un mundo cada vez más caótico, rodeado de ambición, ignorancia e hipocresía. La búsqueda permanente de la perfección se simboliza entonces en el desbastar la piedra rústica y la aparición de las convicciones morales y éticas, adoptando la fraternidad, controlando el carácter, la lengua y la conducta, meditando sobre la vida, la muerte y la eternidad; convicciones que caracterizan al verdadero masón.

Bibliografía:
1. El hombre y sus símbolos, Carl Gustav Jung
2. Fundamentos del simbolismo masónico

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