Viajando me di cuenta de lo efímera que es la vida humana, somos suspiros en la historia del universo, pequeños y frágiles, le tememos a la oscuridad, a lo desconocido, tropezamos al subir y bajar los peldaños de nuestra vida, sentimos nervios cuando los demás saben que esta pasando y nosotros no podemos hacer nada mas que dejarnos guiar y confiar. Le tenemos miedo a perder el control de lo que hasta el sol de hoy hemos sido, queremos aferrarnos a la seguridad que nos da nuestro pasado, nos definimos por lo que hemos hecho hasta el día de hoy, a pesar de saber que necesitamos mas luz en nuestra conciencia, pero preferimos cerrar los ojos y nunca abrirlos porque sabemos que es mas cómodo imaginar que vemos que ver. Durante el viaje, sientes la muerte cerca, la vez frente a frente, con su olor a azufre, sus velas gastadas, sus relojes de arena, y comprendes que sólo existe este momento para andar, y que eres afortunado por haber empezado a tus 22 años esta odisea. Intuyes la finitud de tu vida, pero no por ello abandonas la barca sino que por el contrario aprovechas más tu tiempo porque sabes que esta se puede acabar en cualquier momento e Ítaca todavía esta lejos.
Y en algún momento empezó la tormenta, y busqué ayuda en mis fieles acompañantes de viaje, mis errores y aciertos, y los primeros me dieron tragos amargos de los cuales ninguna persona se ha salvado, pero los segundos me dieron tragos dulces que apaciguaron los truenos de mi alma, y me devolvieron el sabor de azúcar de la vida. Después cogí mi mástil y enderecé el rumbo con la confianza de que desde ese momento se iba a aligerar el peso del equipaje de mis errores y en algún momento llegaría a mi destino.
Seguí con mi viaje y comencé a escuchar voces humanas a lo lejos, y de pronto sentí tierra firme en mis pies, ¿a donde habría llegado? Y me agaché para tocar esta tierra, y la percibí llena de piedras, algunas sin forma como las piedras brutas y otras un poco más pulidas pero nunca totalmente limadas. Y al tocar una de esas piedras sentí mi nombre tallado en ella recordándome mi imperfección y mi humanidad.
Poco a poco, estas voces se fueron haciendo mas claras, y una de ellas se acercó a mi para quitarme la venda y permitirme ver la verdadera luz, y vi una isla medieval, llena de caballeros con sus espadas y vestimentas, hombres libres todos, y observé a las piedras que antes había sentido, y vi que estas piedras también tenían nombres tallados, los nombres de mis nuevos compañeros de viaje, mis nuevos hermanos.
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