viernes, 27 de mayo de 2011

EL DEBER DE TRANSMISION

Por: Fabian Velez
M:.M:.


"Hay hombres que luchan un día y son buenos.

Hay otros que luchan un año y son mejores.

Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos.

Pero los hay que luchan toda la vida: ésos son los imprescindibles."

Bertold Brecht


QQ:.HH:.


Aunque a muchos les cueste entenderlo, la masonería no se limita a lo que cada uno de nosotros aprende al interior de los talleres, pues no se trata de una simple acumulación de conocimientos, cual estudiante que desea aprobar un curso.


La tradición masónica va mas allá de la asimilación de información, ya que abarca toda una serie de principios éticos, morales y filosóficos que deben ser aplicados por los masones en todas sus actividades, tanto profanas como litúrgicas.


Esa aplicación de dichos principios genera un efecto ejemplarizante que, de forma imperceptible, va calando en quienes inician su camino de búsqueda masónica, ya que el solo hecho de ver que los principios que se les inculcan pueden ser desarrollados con éxito por sus hermanos mayores, crea el animo de emulación en el aprendiz masón.


Es por ello que aquellos masones que se desvían del buen camino, históricamente han sido duramente castigados por la Orden, ya que el ejemplo negativo hace mella en las bases de la organización, al punto de conseguir, de forma dramática, la entrada en sueños de algunos hermano menores quienes, al ver semejantes desaguisados, se desencantan de sus predecesores.


Lo anterior nos indica claramente la importancia del deber de transmisión, entendido este no solo como la simple enseñanza de unos principios, sino la creación de todo un ambiente al interior de los templos, en el desarrollo de las tenidas, que permita causar en el ánimo de los asistentes un impulso moral o afectivo que consiga una real y efectiva interiorización de los fundamentos de la Orden.


No es casualidad que una de las primeras directivas que se les da a los aprendices es la puntual asistencia a las tenidas de su taller, ya que la transmisión del conocimiento no puede lograrse a distancia, pues todos los que hemos logrado entender el método masónico nos hemos dado cuenta que cualquiera puede leer un libro sobre masonería, pero solo a través de la asistencia regular a los talleres es que ese conocimiento será esclarecedor, al punto de tornarse importante en nuestra vida diaria.


Y es en ese punto donde cobra real importancia la presencia en las tenidas de aquellos hermanos de largo y brillante recorrido en la Orden, sin importar el grado que posean, pues son ellos los que inician el proceso de transmisión con sus aportes.


En este punto debemos ser claros. La masonería no termina el día que nos hacen maestros; tampoco cuando obtenemos el máximo grado en un rito, ni siquiera con nuestro paso al Oriente Eterno, pues es nuestro trabajo al interior del taller el que constituye la esencia de la Orden y el que hará que se nos recuerde a futuro y se nos ponga como ejemplo a las subsiguientes generaciones de masones.


Consecuencia de lo anterior, cada Venerable Maestro deberá, al ejercer sus funciones como el primero entre sus iguales, procurar que los miembros mas antiguos en la Orden reflejen su sapiencia y exterioricen lo que la masonería les ha inculcado, para que sirvan de faro orientador a quienes apenas están descubriendo el uso de las herramientas.


Esto se logra con la presentación de trabajos y la participación en los debates. Lo primero por que permite a los maestros profundizar sus conocimientos al desarrollar una investigación para un tema especifico, y lo segundo por que es allí donde el masón aprende realmente a luchar por sus ideales, ya que al defender una idea, desarrolla la oratoria y la gramática como herramientas que le permitan enfrentarse a los cuestionamientos de quienes no comparten su planteamiento, y por añadidura, la templanza para soportar las criticas.


Entonces, todo lo aquí dicho nos debe impulsar a realizar una reflexión en cuanto a si como maestros masones, estamos cumpliendo con el deber de transmisión que implícitamente nos señala la Orden.


Es que sin importar el tipo de masonería que a cada uno de nosotros nos seduzca, sea esotérica, deísta, racionalista o laicista, el deber de transmisión esta allí, latente, sin que ello desvirtúe aquel principio que dice que cada uno busca su verdad.


Es cierto, cada uno de nosotros busca su verdad, pero no podemos ser tan pretenciosos en pensar que nuestra verdad personal es inmodificable, ya que en un momento dado, podemos descubrir que esta equivocada, y solamente a través del ejercicio de trasmisión podremos caer en la cuenta de nuestros errores, al plantear ante los HH:. nuestras ideas y someternos al debate de las mismas.


De esa forma, nos superamos en nuestros propios conocimientos, y al tiempo estamos enseñando a nuestros aprendices lo que realmente es la Orden.


Recibid todos un T:.A:.F:.