Llore por que al sentir los gritos y los aplausos, comprendí que me había perdido muchas Guachernas, muchas Batallas de Flores y Grandes Paradas, y en lo profundo de mi corazón sentí que no debía perderme ninguna otra.
Por que como barranquillero, en mi sangre corre el sonido de los tambores y de los millos, en mis oídos resuenan en cualquier momento los compases de "Te Olvide" y en mi mente se forma el recuerdo de los carnavales cuando por el motivo que sea me alejo de mi tierra.
Ese sentimiento me invadió en ese momento y sentí fluir en todo mi cuerpo esa adrenalina carnavalera que te da la energía para recorrer los largos kilómetros de sol y calor que tiene la Vía 40, que en un día cualquiera que no sea carnaval, seria incapaz de caminar pero que en una Batalla de Flores o en una Gran Parada, se hacen cortos, al punto de que no quieres que terminen nunca, y deseas seguir haciendo morisquetas para que la gente ría y baile al son de los porros y fandangos que acompañan el desfile.
Solamente aquellos que hemos sido tocados por el dios Momo, disfrutamos de ese esfuerzo físico de dos días de recorrido a pleno sol, dejando en el pavimento nuestro espíritu y nuestro sudor, simplemente a cambio de fugaces momentos de alegría de los espectadores, por que cada sonrisa, cada aplauso y cada grito que salen de los palcos y palquitos, nos alimenta de tal forma que en nuestro interior quisiéramos que hubiera mas de un carnaval en el año.
Al contrario de lo que muchos piensan, es ese sentimiento y no el alcohol el que nos da energías para bailar, y es el publico quien administra ese motivante, en dosis que se suministran en cada gesto de felicidad cuando hacemos palpitar de emoción a niños y ancianos, hombres y mujeres, nacionales y extranjeros, que se divierten de forma tal, que algunos, en ese momento dicen en voz alta “el año entrante me meto en una comparsa”
Por todo eso llore, y durante un momento me sentí elevado a las máximas alturas de la emoción, al comprobar que me quedan muchos sábados de carnaval por delante, para seguir embriagándome de felicidad, danzando con mis queridas marimondas.
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